¡Escoge bien!
Nos encontramos en una batalla constante, en una lucha que pareciera no tener fin entre nuestra Carne (nuestra naturaleza pecaminosa) y el Espíritu de Dios, que es el que nos ayuda a entender mediante la revelación de la Palabra lo que es Correcto o Incorrecto, lo que agradable o desagradable a Dios.
En el libro de Gálatas podemos ver que la única
manera de poder librar esa lucha constante y conseguir una transformación en
nuestras vidas es a través del Espíritu Santo (Gá. 5:16).
Para que podamos entender a la lucha constante que nos
enfrentamos, vamos a definir algunos términos:
Obras: cuando
la Palabra se refiere a Obras nos habla de actividades divinas o humanas,
actos, expresión de vida; son la evidencia de nuestro caminar, de nuestro
carácter, de nuestro comportamiento.
Carne: la
palabra hebrea “basar”, en su sentido físico, designa el cuerpo, sea
humano (Gn. 40:19) o animal (Lv. 6:27). Significa lo exterior del
hombre (Gn. 2:21, Éx. 4:7, Lc. 24:39, 1 Co. 15:39); su naturaleza
humana, que puede, a veces, dominar con gran perjuicio (1 Co. 5:5, 7:28, 2
Co. 12:7). Con frecuencia en la Palabra aparece la expresión “carne”,
al hablar de la vida del hombre y de su posición frente a Dios; en el sentido
moral, significa la oposición a Dios. “Carne” designa a aquel que quiere
obrar su salvación sólo, por sí mismo, sin Dios, aunque hable mucho de Él; pone
su esperanza en cosas terrenales.
Por lo que podemos definir que las “Obras de la Carne”
no son más que la evidencia de nuestro caminar inclinado a nuestra naturaleza
pecaminosa, la cual va en contra de la naturaleza de Dios que nos es dada por
medio de su Espíritu.
En Gálatas 5:19 podemos encontrar categorías de
las obras de nuestra carne: pecados sexuales, pecados relacionados con las
religiones paganas (idolatría), pecados del temperamento o carácter y pecados
de ebriedad. Cada una de estas categorías podría desglosarse de forma
individual y encontraremos las muchas batallas que debemos de librar cada uno
de nosotros.
Sin embargo, a partir del versículo 22 de Gálatas 6
encontramos virtudes que son caracterizadas como frutos. Solo el Espíritu Santo
puede producir estos frutos, no es posible producirlos bajo nuestros propios
esfuerzos.
En Mateo 7:17-20 podemos ver como existen frutos buenos y frutos
malos; los frutos son alimentados por la raíz, si nuestra raíz es Cristo
produciremos fruto bueno, porque el Espíritu Santo es quien gobierna nuestra
vida.
En Romanos 8:5-9 podemos entender que nos toca
luchar, guerrear de manera constante, pasar por un campo de batalla y ese campo
de batalla es nuestra mente. Solo nosotros tomamos la decisión de que
escogeremos, si las obras de la carne o el fruto del Espíritu.
Cristo ya hizo su parte en la Cruz del calvario, donde
murió y pagó por nuestros pecados, para que a través de conocerle recibamos la
redención; Él se dio por amor como sacrificio vivo por tus pecados y mis
pecados, sin embargo, la naturaleza pecaminosa (el pecado como tal) sigue
presente dentro de nosotros, y nuestra naturaleza carnal siempre se inclinara a
ello (En Romanos 7:15 está escrito: “Porque
lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo
que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.”). Ahora
nos toca a nosotros pelear la buena batalla en nuestra mente, llenándonos de
las cosas del Espíritu, para que pueda producirse en nosotros Su Fruto; solo el
Espíritu Santo puede ayudarnos a luchar con la maldad que está dentro de
nosotros (Romanos 8:3), nosotros decidimos quien tendrá victoria dentro
de nosotros.
Cada vez que le decimos a la carne “SI”, le
causamos dolor al Espíritu y lo apagamos (1Ts. 5:19).
Las costumbres se vuelven hábitos, estos forman
nuestro carácter, nuestra personalidad, y de esto estará lleno nuestro corazón,
nuestra alma, nuestra mente y nuestro espíritu.
Quién está gobernando dentro de ti? , En qué ocupas la
mayor parte de tu tiempo, en cosas del Espíritu o de la carne?, Que sale
constantemente de tu boca?, Tus conversaciones están más enfocadas en cosas del
Espíritu o en cosas banales de la carne?, Quienes son los amigos que te rodean,
estos te acercan al Espíritu o te alejan de Él? Que miran tus ojos?, ¿A qué
prestas tu oído?
Analicémonos constantemente, escojamos bien.
Dios les bendiga.
Stephanie García
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